miércoles, 10 de noviembre de 2010

¿Qué le sucede al hombre cuando muere? parte 9


La conquista de la inmortalidad
como descubrimiento del “yo” verdadero

La inmortalidad se conquista con otra lucha. Al origen hasta los dioses eran mortales, dicen los Brāhamana. Y gracias a su esfuerzo de concentración ferviente, al cumplimiento del sacrificio se hicieron inmortales e invencibles. Sólo la verdadera vida es inmortal. La vida no muere dice otro texto: en la vida está la inmortalidad.
La conquista de la inmortalidad consiste en el descubrimiento (tanto como gnosis que como realización) de “nuestro” yo, del verdadero, único en cada uno porque es Uno sin dualidad (ekam evādvitiyam), privado de lo que no podemos poseer.
Siempre en esta hipótesis, aunque seamos agua, es necesario conquistar ese ser. Somos agua pero de un agua que no está todavía libre y puede suceder que se evapore por falta de peso, de crecimiento, de gravedad o madurez se puede decir.
Si la gota no crece, no cae al mar, evapora antes que tenga el tiempo de llegar al océano ese es el infierno. Un aborto, un hueco en la realidad, un agua evaporada “Peccatores in quantum peccatores non sunt” dice Tomás de Aquino llevando al límite el concepto de mal como el privatio de San Agustín. Allí está la llamada transmigración.[23] El agua que transmigra conforme a la fase del Shankara: “En realidad nadie más que el Señor transmigra”.[24] El agua que es todavía pesante para todas las idiosincracias de la gota, se queda en la atmósfera, en el mundo, esta gota no se “pierde” en el Brahman, no llega a él, no consigue su liberación, continuará sus peregrinajes bajo otras formas. Y este agua informará a otras aguas para que se den cuenta que son agua. La muerte de la gota se da con la transformación del agua, es evaporada en las vanidades humanas de una existencia no auténtica. El agua no se pierde pero continúa su camino.
¿Entonces qué cosa es la muerte? La pérdida del ego, el pasaje al yo, el descubrimiento del agua viva, crecer en agua, con el fin que la gota caiga en el océano ilimitado, sin que por ello se pierda en cuanto agua.
Muchas espiritualidades tradicionales tienden a enseñar una acción desinteresada,[25] la renuncia a los frutos mismos de una acción [26], “la santa indiferencia” (ante las cosas y advenimientos), la liberación de las cadenas que nos legan a lo no auténtico (¿inauténtico?), en una palabra, la muerte del ego para que el yo viva[27].


Fotos: ¿Pa’ dónde se escapa el viento? Camanghen di Mori.
Crepúsculo otoñal en el lago di Cei.


[23] No queremos comparar estos dos conceptos si no describir su legamen fenomenológico según esta perspectiva.
[24] El Señor es el único transmigrante, Shankara Bhāshya I, 1,5. Panikkar en “La loi du karma et la dimension hitorique de l’homme”, Colloquium dell’Istituto di Filosofia, Roma, editado por E. Castelli, París, (Aubier) 1971 – pp 205-230.
[25] Bhagavad-Gita, V, 2-3.
[26] Bhagavad-Gita, VI, 1.
[27] KaivU 2, donde se dice: “Solamente a través de la renuncia se alcanza la vida eterna”, compara también Mateo XIX, 21-29; Marcos, X, 29-30; Lucas XVIII, 28-30; Juan XII, 24-25.




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