viernes, 12 de noviembre de 2010

¿Qué le sucede al hombre cuando muere? parte final


El mundo contemporáneo no parece
satisfecho con las dos concepciones
que en Oriente y Occidente se responde
al hecho de la inmortalidad

El estudio de esta metáfora nos enseña que estos dos conceptos no ofrecen respuesta al mundo contemporáneo. La idea de una inmortalidad individual en otro mundo es problemática para muchos y en este mundo presente peor aún. No se puede negar que para algunos la fe en otra vida puede no solo ser fuente de consuelo, si no inspirar una virtud heróica y que la lucha contra la mortalidad del individuo concreto puede presentarse como un ideal elevado a suscitar una dedicación total. En los dos casos se tiende a superar el ego y a la realización de la persona.
Análogamente, una inmortalidad transindividual, sea en los planos trascendente e inmanente, presenta problemas. La fe en la inmortalidad o la divinidad de nuestra constitución más íntima, puede ser fuente de paz, felicidad y conducir a la realización de sí.
¿Estos dos acercamientos son complementarios? Tantos quisieran afirmar que somos gotas mortales de aguas inmortales. Otros se preguntan si una fecundación mutua de ambos no sea realizable en manera tal de aspirar no solo a la inmortalidad en cuanto agua, sino también a conseguirla en cuanto gota y no solo en otro mundo, con la membrana viviente de una gota de esta tierra. Todo el problema surge de nuevo.


¿La percepción individualista de la vida
sobre la tierra es adecuada para interpretar
el sentido de la “vida eterna” del Evangelio?

 
Para resumir en un lenguaje psicológico: El hombre occidental, el intelectual en especial, está más o menos obsesionado con la muerte, sobre todo desde hace algunos decenios.33  Pero es significativo que, excepto raras monografías dedicadas a las culturas no occidentales, se considere al hombre como gota, y no como agua, como individuo en sí y no como portador de agua, es decir de vida; como propietario de su vida y no como depositario de la misma y en cierta medida como su expresión.34  El hombre es el indivivuo. Y la muerte es su muerte. La reflexión filosófica sobre la muerte no puede prescindir de la psicología porque en definitiva, es de la psique humana que se trata. La vieja distinción griega entre bios y zoe, entre vida individual (biológica) y vida vital (zoológica) practicamente ha desaparecido en Occidente.35Hasta los teólogos parece que a menudo interpretan “la vida eterna” del Evangelio: aioma zoe, como un bios persistente.36  ¿Se pueden separar las dos vidas? Cuando el bios individual descubre la zoe de la totalidad, no pierde su personalidad. Si es cierto que el ser humano es viviente, y que la vida en sí o en potencia es inmortal ¿no habría modo de redescubrir el gran mito de casi todas las religiones: “LA VERDADERA VIDA” y de convertirlo en un mito creible hoy?

FIN

N.T. Agradecimientos inmortales al señor Roberto Pezza, director del GER (Grupo Esotérico de Rovereto) editor de la revista Viátor. Se trata de un artículo tomado y traducido de la misma como parte del convenio: “Reencarnación ¿realidad o dulce ilusión?”. Rovereto 9 de mayo de 1999.
El autor, Raimon Panikkar envió este texto a la mesa de redacción de Viátor en idioma italiano. Siendo él español de nacimiento, esperamos no haber quemado nuestras pestañas traduciendo en vano... siempre la Ley de Murphy nos juega bromas pesadas... si hay algún mortal que nos pueda dar luces sobre otra traducción mejor hecha o con otra óptica dejamos siempre abierta la posibilidad del diálogo (nos gusta creer que estamos equivocados).
Jimmy Vera (Comunicador free & lance)


Fotos: Aracné convertida en una ara ña.
Escultura de un Buddha tibetano by Roberto Pezza (Ropez para los patas).


33 Como ejemplo las 23 páginas de bibliografía de J. Wittkoski, “Tod und Sterben. Ergebnisse der Thanatopsychologie”, Heidelberg, 1978.
34Los 3 806 títulos sobre el tema de la muerte en: “Death, Grief and Bereavement. A Bibliography (1845-1975”, compilado por R. Fulton, New York, Arno Press, 1977.
35  K. Kerényi en su introducción a “Dionysos”, New Haven, 1977.
36 Juan 4, 14; 12,50;17, 2-3.



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