Carta de apoyo a Piwy
Y qué es hoy la ciudad genital del continente.
¿Qué eres hoy Cuzco fastuoso y milenario?
Acostado en tu pasado.
De espaldas a tu hambre.
Y de pie sobre tu llanto.
Ruina mercante.
Arte atado.
Domado idioma.
Ciencia ciega.
Ombligo sucio.
Música mendiga.
Palabra pálida.
Cruz sin cristo.
Ciudad delirante.
(Rene Ramírez Levano)
La
publicación en facebook hace unos días, de la obra de Miguel Ángel
Fuentes Gallegos (Piwy), despellejó
de un tajo a nuestra ciudad, y dejó
al aire el poderoso músculo de la intolerancia, que la hace caminar
desde que el Cusco es Cusco. Y que lamentable y probablemente,
sobrevivirá a las próximas dos generaciones.
Particularmente,
la obra del provocador artista, a quien tengo el honor de llamar
amigo, no me agrada. La composición y el contenido me parecen
repetitivos y poco ingeniosos, un collage más del montón de entre
los que salen en facebook (perdóname Piwy por la crudeza de mi pobre
apreciación artística). Este comentario que tal vez parezca
innecesario, y que no hubiese hecho de no darse esta situación, es a
mi entender muy importante para lo que tengo que decir a
continuación.
En
menos de una semana, este pequeño cliché crítico,
ha despertado la más
encarnizada de las rabias. Insultos, amenazas, agresiones y
desembalses de indignación inundaron la cuenta en facebook de Piwy…
«Nada de qué preocuparse, nuestro amigo de los poemas sarcásticos
no tiene miedo, todo le resbala y además de saber kung-fu, ya está
acostumbrado a la reacción violenta de quienes no aprecian sus
obras»… ¡Falso!
Las reacciones sí
son preocupantes, ya que más allá de la agresión contra el autor
del collage, nos hace preguntarnos ¿Qué puede pasar con esa rabia
contenida por nuestros paisanos?
En
todo caso, dos de los mayores complejos de los habitantes de la
ciudad, quedaron al descubierto y fueron sostenidos por gente que
incluso se declara progresista, y hasta por amigos del artista: el
regionalismo a lo bruto y la homofobia fulminante.
El
regionalismo a lo bruto
Por
alguna razón ese título
de Ombligo del Mundo adjudicado por los incas a su capital, aun nos
pesa sobre las espaldas. Recuerdo que hace unos años, durante el
concierto de un joven compositor cusqueño, cuyo nombre prefiero
mantener en reserva, se dio una escena cantinflesca en referencia a
este «título
honorífico»
Sentado
ante el público -dentro del que se encontraba otro talentoso, pero
no tan joven músico cusqueño, cuyo nombre también guardaré en
reserva– el joven compositor vio llegar a unos amigos que lo
saludaron al ingresar, su reacción fue hacer una broma en referencia
a lo chiquita que es nuestra ciudad y declaró abierta y
«desafortunadamente» que el «Cusco sí
era un ombligo». Malaya la hora en que la broma se escapó
de entre sus labios, pues poco o casi nada le faltó
al talentoso pero no tan joven músico para caerle a puntapiés.
Una
broma que en cualquier otra situación y ciudad hubiera resultado
insignificante, en nuestra amada matria, se convirtió en el lobo que
se tiró a los corderos. Salieron a relucir los honores imperiales,
y a pesar de la disculpa ofrecida por el joven compositor y aceptada
por el no tan joven y talentoso músico, el vejamen contra la tierra
del sol, casi fue lavado con sangre por otros ofendidos ombliguistas,
que aun han de tener el guante a la mano y la espada al cinto en caso
de cruzarse al joven compositor por la céntrica avenida Sol.
El
caso del collage de Piwy, obedece al mismo patrón de comportamiento.
Alguien nos ha hecho creer que el Cusco está
por encima de cualquier otra ciudad, país
y cultura. Nos han dicho que somos intocables y que el sólo
hecho de habitar la «colonial» ciudad de los incas, nos da la razón
ante las discusiones.
Resulta
gracioso, que ante un comentario de solidaridad con Piwy de parte de
una joven colombiana, el único argumento de los ofendidos fuese que
“no se puede comparar Cusco con Medellín y que censura se escribe
con c”. Vale para clase de ortografía (materia en la que soy
terrible), pero no para sustentar una posición.
¿El
Cusco es entonces intocable?
¿Ser
cusqueños nos da la razón, sin dudas ni murmuraciones?
¿Somos
entonces los entronizados sabios marciales de una sociedad que nos
debe pleitesía porque «nadie se puede comparar con el Cusco»?
¿Y
qué es hoy el Cusco?
René
Ramírez se hizo la misma pregunta hace ya más de 30 años y la
respuesta sigue siendo evidente.
Cusco,
la milenaria Ciudad Imperial, es pues, un asno cargado de complejos
e ignorancia, que se niega a dejar el bulto al borde del camino y
andar ligero y libre. Nuestra ciudad ha conocido un pasado glorioso,
lo que nadie niega ni menosprecia. En el mundo, difícilmente
imagino una tierra más
hermosa y un cielo más
claro. El aire que respiramos es de los más
puros y las costumbres de nuestra gente, sin duda son para mí las
más
bellas. Pero está claro, lo son para mí.
Nada
nos coloca por sobre nadie, la «grandeza» de nuestro pasado
imperial se perdió en el vil comercio turístico. El último
inca
murió tirado por cuatro caballos y quienes buscan inkarisar su árbol
genealógico, en la mayoría de los casos tienen la sangre de
Pachacuteq tan licuada, que resulta más fácil encontrar sus lazos
con Adán y Eva. Y quienes sí tienen sangre incásica, pues son
considerados «indios de mierda», ya que en nuestra ciudad amamos a
los incas y despreciamos a los indios (otro de nuestros “pequeños
complejitos”).
El
Cusco es una pequeña ciudad en una república
llena de conflictos, como hay muchas en América Latina, su gente es
tan humana y llena de conflictos como la gente de todo el planeta.
No existe una magia que nos haya dado el título
de poseedores de la verdad y de hecho, si hay algo que aún estamos
lejos de acariciar, es la verdad. Vivimos de nuestro orgullo patético
y chimpancesco, sin dar espacio a la discusión y a la crítica. Todo
el mundo, sin importar su procedencia, tiene derecho a opinar,
debatir y ser rebatido dentro de las líneas del respeto. Hoy como
siempre, nuestra hermosa ciudad es un ombligo al que olvidamos
removerle la pelusa.
La
homofobia fulminante
Cabro,
rosquete, puto, maricón,
homosexual de mierda, pato, etc. ¿En qué momento la palabra
homosexual pasó
a ser un insulto? ¿Con qué derecho agredimos a los homosexuales?
¿Qué nos hace creer que nuestra heterosexualidad nos hace
«normales» y que la homosexualidad convierte a alguien en fenómeno,
pervertido?
El
derecho de todo ser humano a vivir su vida como la prefiera no debe
ser cuestionado por nadie, mientras esa persona no interfiera con la
vida de otros. El argumento clásico y poco convincente de los
homofóbicos es que la homosexualidad les incomoda, que es una
perversión, que es un escándalo o una ofensa.
Los
homosexuales, víctimas
de una sociedad religiosa que condena su libertad, fueron y son
acusados de los peores crímenes y bajezas. Y hoy en día se ha
llegado a tratarlos de enfermos mentales y hasta de genéticamente
predispuestos, por lo tanto deformes. La iglesia católica, nos sigue
diciendo que es un pecado ser homosexual. El deber de todo buen
cristiano es reprimirse ante ese instinto satánico. Nada más
absurdo. Como heterosexual, mis deseos sexuales jamás han estado en
cuestión. Entonces, por qué los de los homosexuales sí
son constantemente cuestionados.
Cómo
pueden ser criticados el amor y el deseo, viniendo de donde vengan.
Yo tengo el derecho de pasear por las calles de la mano de mi chica.
Pero mis amigo gays no tienen el derecho de tocarse las manos en
público,
porque en nuestra ciudad, ser homosexual, lesbiana, travesti,
transexual, etc. Puede terminar en un acoso permanente y en
innumerables agresiones físicas y verbales.
«Deberíamos
cambiar esa bandera del Cusco porque los cabros tienen la misma» o
«los cabros deberían cambiar su bandera porque insultan a la
bandera del Cusco» ¡Por
favor! La bandera del Cusco es el símbolo de la vida y del coraje de
los antepasados de los que tanto nos «enorgullecemos». La bandera
del movimiento homosexual es una bandera que representa la lucha por
los derechos de seres humanos como nosotros, que enfrentan con coraje
cada día un camino difícil y que merecen nuestro respeto. La
similitud entre las dos banderas no es un insulto, por el contrario,
debería ser un motivo de orgullo saber que nuestra bandera cusqueña,
es para otros un símbolo de lucha y resistencia.
Utilizar
la palabra homosexual como sinónimo de insulto, es simplemente
inadmisible. Las amenazas vertidas contra Piwy, un heterosexual que
se compró
el pleito, son también amenazas contra todos los homosexuales de la
ciudad, y por lo tanto, son amenazas contra los seres humanos, y como
tales, deben ser respondidas, por los homosexuales y los
heterosexuales que los sostenemos, frontalmente. No admitiremos más
homofobia, respetos guardan respetos, ya es tiempo de que nuestro
suelo se libere de sus prejuicios y taras.
Inundada
de hoteles, comercios, bares y discotecas, el Cusco, la sagrada
Ciudad de los Incas, parece no haber dejado su pasado en el pasado.
Somos hijos del mayor de los chovinismos y padres del comportamiento
reaccionario más salvaje y furibundo. Por nuestras venas corre
sangre mestiza, tan india y quechua, como española, y en muchos
casos árabe, negra, turca, japonesa, judía, libanesa, aymara,
rumana, francesa, china, y hasta del Congo, sólo
basta echar un vistazo a los apellidos que rellenan las listas
electorales de nuestra Ciudad. Somos hijos del pluriculturalismo, de
la inmigración antes, durante y después de la conquista y la
colonia. Sin embargo, por alguna extraña magia, henos aquí,
subidos todos sobre el ushnu del regionalismo, y de la ignorancia
extrema, gritando a los cuatro vientos la grandeza de un imperio
destruido por la mano de nuestros abuelos y a cuyos herederos
legítimos flagelamos a diario con el látigo del racismo. Hermoso e
imperial collar de perlas el que nos hemos forjado en base a la
intolerancia y el encierro de nuestras mentes.
muy bien dicho
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