miércoles, 20 de octubre de 2010

Raimon Panikkar (revista Viátor, año III-1999)

¿Qué le sucede al hombre cuando muere?

Como los ríos que corriendo hacia el océano se arrojan a él,
perdiendo el propio nombre y su forma,
así el sabio,
liberado de todo nombre y toda forma
alcanza la suprema y divina Persona.
MundU III, 2,8 [1]

Si una gota arrojada en un océano de agua viva pudiera hablar y decir su estado, ¿no gritaría con inmenso gusto:
Oh mortales, yo vivo verdaderamente, pero yo no vivo, es el
océano que vive en mí y mi vida está oculta en este abiso?
François de Sales, “Traité de l’Amour de Dieu” VI, 12


Las aguas primordiales según la Biblia son anteriores a la creación. El agua viva, el manantial de agua chorreante, el río de agua viva, son expresiones muy bien conocidas[2]. Las aguas primordiales son descritas en Babilonia, Irán, la India y se encuentran al origen de la mayor parte de las culturas, desde la Grecia hasta el África[3].
El agua es el símbolo de la vida. A diferencia de los vegetales, los animales y los hombres el agua no muere. Se transforma, se mueve y el océano parece no tener fondo ni límites.
El agua es fuente de vida y cuando en determinados lugares las aguas son raras o inexistentes, su ausencia hace que las tierras cercanas sean estériles o tierras de muerte[4].
El mar tiene la stasis de un lugar fijo y la dynamis del movimiento constante, y a primera vista es inmanente. Es siempre el mismo pero contemporáneamente es mutable. El agua está viva porque es fuente de vida[5]. Innumberables tradiciones atribuyen al agua el poder de purificar, de regenerar. En el agua del bautismo se renace a una nueva vida superior[6]. Es necesaria al entrar a un templo para purificarse y antes de una plegaria en la mezquita.
Pero esta misma agua daña, desintegra, destruye. Basta recordar el mito casi universal del diluvio, la experiencia del agricultor y del navegante. No hay necesidad de recurrir a la paradoja para decir que la vida que es mortal no es la vida pura y que tal vida son los seres vivientes con una vida limitada. Nuestra reflexión se concentra en este punto central: ¿la muerte parece ser parte constituyente de la vida, pero no está constituida?[7] ¿puede la vida, en cuanto vida, ser mortal?.
                                              ...continuará...





FOTOS:
- Mar Adriático - Trieste, con piedra volcánica en primer plano.
- Cementerio de Pedersano, detalle.

[1] “The Vedic Experience”, Berkeley (Univ. Of California press), 1977, pp 700-704.
[2] Génesis I, 2, Juan IV, 10,11; VII, 37.
[3] M. Eliade, “Traité d’histoire des religions”, (Payot), París, 1970,V , 60-61.
[4] El desierto de Rajasthan en India se llama marubümi o tierra (bhumi) salvaje, no cultivable, de muerte (maru) posiblemente de la raíz mri, morir. El desierto es llamado nirjara (sin seres vivientes, o sin vida, de nirjala: sin agua).
[5] En la Grecia clásica a los cadáveres se les llama “los disecados” es decir quienes perdieron “su” agua.
[6] Mateo III, 6; Marcos I, 5; Lucas III, 16; Romanos VI, 3; Colosenses II, 12-13; Tito III, 5-7 y numerosos textos patrísticos que lo mencionan.
[7] “En vez de decir que los seres orgánicos mueren escencial y necesariamente, es mejor sostener que se van constituyendo como seres mortales. La mortalidad no es en sí misma constitutiva mas sí constituyente”. J. Ferrater Mora, “El ser y la muerte”, Aguilar, Madrid, 1962, pag. 154.

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