
Si el hombre es comparable
al agua de la gota,
queda su unicidad
y la persistencia más allá de la muerte
El problema de la muerte puesto así, es un fenómeno típico perteneciente al grupo de las civilizaciones abramíticas, que se podrían simplemente llamar “occidentales”. Todo está señalado por la ambivalencia pero en definitiva estas son las grandes visiones últimas que controlan el destino de los hombres.
En el segundo caso, cuando el hombre es visto como el agua de la gota, y no como la gota de agua, la persona humana puede continuar siendo única y en cierto modo, todavía más única que en la primera hipótesis. Cada gota de agua es ella misma, no en virtud a las diferencias accidentales de tensión superficial, ni de los parámetros espacio-temporales, mas bien porque cada gota de agua es “otra”. Lo que distingue las gotas es el agua misma y no la membrana o las situaciones del tiempo y espacio. La diferencia es óntica, escencial y no espistemológica, interpretativa.
En otras palabras en este caso, la identificación de cada gota de agua verifica su identidad consigo misma (identificación por identidad), mientras que en el primer caso la identificación de la gota de agua verifica su diferencia con el resto (identificación por diferencia).[21]
Que un ser humano sea agua no significa que sea toda el agua pero solamente que eso “es”, es decir, que es real en cuanto es agua. Ahora y aquí, y la historia de la humanidad nos da pruebas abundantes, la gran tentación paralela al opio mencionado en el primer caso, consiste en el monismo que paraliza igualmente a la creatividad humana. Si mi agua es agua, y la gota es real en cuanto es agua y no en cuanto gota ¿qué sentido tiene trabajar con celo por nuestra salvación?.[22] Es aquí que el agua de cada gota no debe ser confundida con el concepto de “agua”. La diferencia es importante, porque el agua de cada gota es el agua de cada gota y no es el concepto de agua. Tal concepto es idéntico al concepto de “agua” de otra gota. Todavía eso no significa necesariamente que las gotas sean idénticas en cuanto agua, agua real y verdadera, y no un unívoco donde aparezca su constitución físico-matemática, pero a las concepciones cualitativas del Universo llamados igualmente agua, el agua caliente o fría, dulce o salada, ferrosa o sulfúrea. Cada agua tiene su gusto especial. En el fondo el agua es las aguas, en realidad ni singular ni plural, ni el Uno ni el Múltiple concuerdan con ella. El mundo no se simplifica solamente en la cantidad ni tampoco solamente en sustancia.
La tentación, se decía, consiste en perder la visión directa del símbolo agua, al sustituir el concepto de agua y por lo tanto al declarar que toda diferencia entre las aguas es puramente accidental, o pura ilusión: el ser es uno, los seres serían entonces reales en cuanto el agua y cualquier otra diferencia sería pura apariencia sin fundamento real. Las gotas se habrían convertido en una sola gota gigantesca y monstruosa.
Pero proseguimos, nos preguntábamos ¿Qué le sucede al hombre cuando muere? ¿Qué sucede al agua de la gota cuando se une o reune al Océano?
Claro, muchas cosas cambian o desaparecen. Lo importante es saber si algo propio de cada gota “perdura”, o mejor dicho, persiste después de la muerte. Esta persistencia sería el criterio de lo real.
Podemos diferenciar entre el yo, el yo profundo y fuente última de operaciones, el yo (aham) que para muchas tradiciones es el divino, Dios, Brahman, y el ego psicológico (ahamkāra), el origen consciente o inconsciente de las operaciones del individuo, el alma individual (jiva), si se desea introducir una expresión polivalente, es decir peligrosa.
En esta segunda perspectiva, reduciendo a un simple esquema: El yo es inmortal, el ego es mortal. La inmortalidad se adquiere mediante la purificación de nuestro ego que permite la realización de nuestro yo. O, retomando nuestra metáfora: mediante la toma de consciencia que somos agua y no una tensión superficial, mediante la realización del agua que somos y no endureciendo la membrana de separación que nos divide, mediante la victoria sobre el egoismo y adquiriendo nuestra verdadera “personalidad”, realizando nuestra “verdadera naturaleza”, etc.
Continuará luego de la entrevista…
Fotos: El Lago di Garda visto desde Garda
[21] Panikkar, “Les mystére du cult dans l’hindouisme et le christianisme”. Cerf, París, 1970 – pp. 37-41.
[22] Esas son las últimas palabras de Buddha según la tradición.
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