Atardecer de Abril en el Cusco. |
CAMINAR
EN LA BELLEZA
Cuando
tenía tres años, mi madre me llevó a la cima de una colina cerca a
nuestra casa y me presentó a los elementos. Primero a las Cuatro
Direcciones (Este, Sur, Oeste, Norte). “Pido una bendición
especial para este niño. Ustedes que circundan nuestras vidas y que
nos hacen avanzar, por favor, protéjanlo, y hagan que su vida sea
equilibrada”.
Luego
me hizo tocar los piecitos a la Madre Tierra: “Querida Madre y
Abuela Tierra, un día este niño caminará, jugará y correrá
encima tuyo. Cada día intentaré enseñarle respeto hacia ti. Vaya
donde vaya cuidalo”.
Fui
presentado al sol: “Abuelo Sol, resplandece sobre este niño,
haz de modo tal que cada parte de su cuerpo sea normal y fuerte, no
sólo física, sino también mentalmente. Esté donde esté rodéalo
con tu energía caliente y llena de amor. Ambos sabemos que a lo
largo de su vida habrán días
llenos de nubes, aunque si estarás
siempre presente y esplendente: llega siempre hasta este niño con
tus rayos y mantenlo siempre seguro”.
Mi
madre me levantó y dejó
que la brisa me rodee mientras se dirigía al viento: “Por favor
reconoce a este niño. A veces soplarás
con fuerza, a veces serás
muy gentil, pero deja que crezca aprendiendo el valor de tu
presencia mientras viva sobre este planeta”.
Luego
fui presentado al agua: “Agua, sin ti no podemos vivir. El agua
es vida. Pido que este niño nunca conozca la sed”.
Mi
madre me puso cenizas en la frente diciendo: “Fuego, quema los
obstáculos que mi hijo
encontrará en la vida.
Libérale la vía para que no
tropiece a lo largo del camino que le enseñe a amar y respertar
todas las formas de vida”.
Esa
misma noche fui presentado a la luna llena y a las estrellas. Estos
elementos desde lo alto debieron seguir mi crecimiento, cuando corría
a lo largo del tapete de hierba que me ofrecía
la Madre y Abuela Tierra, me siguieron cuando aspiraba el aire que
mantiene la vida y que fluye al interno de mi cuerpo y expulsa las
toxinas de mi cuerpo.
Creciendo,
sentía pertenecer a esta familia gracias a
las relaciones que mi gente había
estrechado con estos elementos, imagino que es por esto que la mayor
parte de nuestra gente es capaz de relacionarse fácilmente
con el ambiente. Hace mucho tiempo, nuestro pueblo ha reconocido la
presencia de vida en cada cosa que nos rodea: en el agua, en la
tierra y en la vegetación. Los niños
eran presentados a los elementos para que creciendo no miren la
naturaleza de arriba hacia abajo. Nos sentìamos parte de la
naturaleza, estábamos al mismo nivel.
Respetábamos cada pedazo de hierba, cada
hoja de árbol, cada cosa.
(The
Wind is my Mother: the life and teachings of a Native American
shaman. Bear Heart & Molly Larkin. 1996).
Traducido
de la edición italiana por Jimmy Vera.
Gracias Jimmy por esta hermosa leccion de convivencia que compartes con esta traduccion. somos uno !!
ResponderEliminarY mantengamos la antorcha de la sabiduria prendida para nuestras futuras generaciones. Gracias !!
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