viernes, 17 de enero de 2014

Atardecer de Abril en el Cusco.
CAMINAR EN LA BELLEZA
Cuando tenía tres años, mi madre me llevó a la cima de una colina cerca a nuestra casa y me presentó a los elementos. Primero a las Cuatro Direcciones (Este, Sur, Oeste, Norte). “Pido una bendición especial para este niño. Ustedes que circundan nuestras vidas y que nos hacen avanzar, por favor, protéjanlo, y hagan que su vida sea equilibrada”.
Luego me hizo tocar los piecitos a la Madre Tierra: “Querida Madre y Abuela Tierra, un día este niño caminará, jugará y correrá encima tuyo. Cada día intentaré enseñarle respeto hacia ti. Vaya donde vaya cuidalo”.
Fui presentado al sol: “Abuelo Sol, resplandece sobre este niño, haz de modo tal que cada parte de su cuerpo sea normal y fuerte, no sólo física, sino también mentalmente. Esté donde esté rodéalo con tu energía caliente y llena de amor. Ambos sabemos que a lo largo de su vida habrán días llenos de nubes, aunque si estarás siempre presente y esplendente: llega siempre hasta este niño con tus rayos y mantenlo siempre seguro”.
Mi madre me levantó y dejó que la brisa me rodee mientras se dirigía al viento: “Por favor reconoce a este niño. A veces soplarás con fuerza, a veces serás muy gentil, pero deja que crezca aprendiendo el valor de tu presencia mientras viva sobre este planeta”.
Luego fui presentado al agua: “Agua, sin ti no podemos vivir. El agua es vida. Pido que este niño nunca conozca la sed”.
Mi madre me puso cenizas en la frente diciendo: “Fuego, quema los obstáculos que mi hijo encontrará en la vida. Libérale la vía para que no tropiece a lo largo del camino que le enseñe a amar y respertar todas las formas de vida”.
Esa misma noche fui presentado a la luna llena y a las estrellas. Estos elementos desde lo alto debieron seguir mi crecimiento, cuando corría a lo largo del tapete de hierba que me ofrecía la Madre y Abuela Tierra, me siguieron cuando aspiraba el aire que mantiene la vida y que fluye al interno de mi cuerpo y expulsa las toxinas de mi cuerpo.
Creciendo, sentía pertenecer a esta familia gracias a las relaciones que mi gente había estrechado con estos elementos, imagino que es por esto que la mayor parte de nuestra gente es capaz de relacionarse fácilmente con el ambiente. Hace mucho tiempo, nuestro pueblo ha reconocido la presencia de vida en cada cosa que nos rodea: en el agua, en la tierra y en la vegetación. Los niños eran presentados a los elementos para que creciendo no miren la naturaleza de arriba hacia abajo. Nos sentìamos parte de la naturaleza, estábamos al mismo nivel. Respetábamos cada pedazo de hierba, cada hoja de árbol, cada cosa.

(The Wind is my Mother: the life and teachings of a Native American shaman. Bear Heart & Molly Larkin. 1996).
Traducido de la edición italiana por Jimmy Vera.

2 comentarios:

  1. Gracias Jimmy por esta hermosa leccion de convivencia que compartes con esta traduccion. somos uno !!

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  2. Y mantengamos la antorcha de la sabiduria prendida para nuestras futuras generaciones. Gracias !!

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